Arte
Para bien o para
mal, el arte siempre ha sido considerado un lujo al alcance de muy pocos; tanto
para quienes lo querían adquirir, como para los que pretendían dedicar a la producción
de éste su vida. El desarrollo de reconocimiento social del valor del arte ha
sido un proceso muy largo que, a mi parecer, aún no está del todo terminado.
Durante este proceso, por su carácter liberal y expresivo, la práctica del arte
no ha sido muy restrictiva para el género femenino; las mujeres han sido libres
de pintar, diseñar y crear lo que han querido cuando tenido la oportunidad para
ello. Sin embargo, como en otros sectores, la cuestión del machismo entra en
escena cuando tratamos el tema del reconocimiento público del artista. Si bien
las mujeres llevan “haciendo arte” desde que las primeras muestras de éste se
dieron (allá por la Prehistoria), no fue hasta el siglo XVII cuando Artemisia
Gentileschi ingresó en la Academia de Dibujo de Florencia, convirtiéndose así
en la primera mujer artista reconocida de la historia. Cabe destacar, en casi
todos los casos, la presencia de figuras masculinas junto a las grandes
artistas de todos los tiempos; ya sean sus padres, sus mentores, sus hermanos o
sobre todo sus parejas, al lado de cada gran mujer artista parece haber habido
un hombre que la ha apoyado con más o menos éxito. En el caso de Artemisa fue
su padre Orazio, en el de Mary Cassat – pintora impresionista que representó la
vida de la mujer – fue su mentor Edgar Degas, y en el de Georgia O’Keeffe –
expresionista y abstractista – fue su marido el fotógrafo Alfred Stieglitz. Sin
embargo, la figura masculina cercana como herramienta de acceso al mundo social
del arte tuvo, en ocasiones, algunos percances; éste fue el caso de Margaret
Keane. Margaret fue una gran pintora estadounidense del siglo XX que, debido a
la condición de la mujer y aconsejada por su marido, firmaba con el apellido
que recibió de éste: Keane. Lo que comenzó siendo algo sin importancia, alcanzó
niveles mayores con la popularidad de las obras “Keane” y la grave situación
derivada por la cual Walter reclamaba la autoridad de dichas obras. Finalmente,
la problemática se sometió a proceso legal, y acabó cuando Margaret retó a su
marido a pintar ambos una obra en directo y Walter no se presentó en el juzgado
– confirmando lo obvio. Casos como éste en los que la mujer ha eclipsado el
trabajo del hombre se han dado en incontables ocasiones; Frida Kahlo, por ejemplo,
pasó de ser la amante del célebre Diego Rivera, a un icono de feminismo a nivel
mundial. Historias como ésta, lejos de descalificar al hombre, sirven para
reafirmar la validez y el potencial de la mujer… una vez más.

Artemisia Gentileschi
Margaret Keane
Frida Kahlo
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